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El dilema tecnológico del gobierno chino

Ofo, el servicio de bicicletas ícono de la economía compartida atraviesa una situación muy delicada, y las opiniones sobre qué debería hacer el gobierno ante estos casos es muy disímil.

Hace unos pocos años en China parecía que una revolución “en dos ruedas” estaba a punto  de desatarse. Las bicicletas, actor infaltable en cualquier foto histórica de la Nación asiática del siglo XX, volvían a escena, tras un vertiginoso ascenso de la economía nacional que elevó la capacidad y las expectativas de los consumidores, los cuales se volcaron a los automóviles (hoy una de las industrias más relevantes del país).

Esta vez, era el concepto de la economía colaborativa la que, poniéndose de lado de los ciudadanos que precisan medios rápidos y eficientes para ir al trabajo, estudiar, o hacer sus compras, buscaba ubicar a las bicicletas como actor central de la vida en las ciudades. Fue entonces que empresas como Mobike, Ofo, y Bluegogo (las tres más conocidas, aunque hay muchas más) comenzaron a teñir las calles chinas con sus coloridas bicicletas.

El sistema es verdaderamente práctico. Los vehículos, dispersos por la ciudad sin una locación fija, son destrabados por el usuario mediante el pago inmediato a través de un código QR ubicado en la parte trasera de la bicicleta. Registrada la transacción el candado se desbloquea y el ciudadano puede entonces subirse y comenzar su viaje. Pagando unos pocos yuanes, uno puede sortear el congestionado tráfico de las metrópolis chinas, y además no tener que incurrir en una inversión mayor como comprar una bici, y pagar un seguro contra robo, llevarla al mecánico cuando tenga un desperfecto, y demás cuestiones inherentes al mantenimiento.

Estas start-up trabajan de la mano del big data. Esta plétora de consumidores que se volcaron a las bicicletas comunitarias ha sido una verdadera fuente infinita de información. Así, la logística llevaba las bicicletas finalizado el día a las locaciones donde serían requeridas al día siguiente. Los sistemas de GPS generaban entonces la posibilidad de mejorar la experiencia del usuario.

Hasta aquí todo se ve muy bien, pero, ¿qué fue lo que pasó? Una de las tres grandes jugadoras del mercado, Ofo, se encuentra al borde de la bancarrota. Su fundador, Dai Wei, está siendo vigilado de cerca por las autoridades chinas debido al incumplimiento de algunos pagos (y la situación parecería tender a empeorar).

La empresa, cuyos servicios llegaron a extenderse a algunas ciudades de Estados Unidos y el Reino Unido, entre otros países, consiguió en todo el mundo la friolera de 200 millones de usuarios, muchos de los cuales desean continuar utilizando el servicio, aunque ya comienzan a haber quejas y duros reclamos.

El servicio de Ofo para ser utilizado exige un depósito inicial de 99 yuanes (originalmente, luego el monto se elevó a 199). Ante las noticias de una posible caída, 11 millones de consumidores solicitaron el reembolso de dicha suma. Y como con esto fuera poco, un duro informe que empezó a circular por Weibo (la red social china más popular) acerca del trato preferencial a los ciudadanos extranjeros disparó la furia de los usuarios chinos, que se agolparon en las puertas de las oficinas centrales de la empresa en Beijing, solicitando igualdad de condiciones.

Se trata sin dudas de una difícil situación, y las soluciones no son sencillas tampoco. En estos días varios medios chinos han dado su opinión respecto a qué hacer con Ofo.

Por un lado, están quienes opinan que era de esperarse que estas nuevas empresas operen sobre la base del ensayo y el error, y piensan en una solución apoyada por un Estado que sostenga un ecosistema que permita a estas nuevas iniciativas operar en un marco donde tengan un sostén ante cualquier contratiempo. Quienes van más allá proponen que se recuerde que Samsung, una de las empresas coreanas más famosas del mundo, llegó a ser una de las empresas más reconocidas en todo el mundo gracias al férreo apoyo del gobierno de su país (un modelo conocido como “Chaebol”, impulsado durante la gestión del General Park, puntapié de la enorme escalada económica de Corea del Sur).

Por el otro, están quienes dicen que el Estado debe promover la innovación pero no manejarla. El principal argumento respecto a esta situación es que Mobike, Ofo, Bluegogo, y las múltiples startups del rubro que inundaron las calles chinas, no están enfocadas a innovar, sino a hacer dinero mediante la innovación. El foco del desarrollo chino debería estar puesto en la innovación, desde ese marco se contempla entonces que habrá jugadores que inevitablemente deberán caer, pues será esa “destrucción creativa” la que lleve a mejores productos y servicios para los ciudadanos chinos, y en definitiva, a toda la economía del país.

En conclusión, este caso puede ser la punta de un ovillo que desate el nudo de uno de los problemas actuales de China, que es el dónde encontrar el punto justo entre Estado y mercado que permita el desarrollo de una economía aún más competitiva para así cumplir con sus ambiciosos objetivos de gestión, los cuales han sido ratificados en la última reunión de autoridades del país de este mes de diciembre.

 

 

Referencias:

Yang, Y.(2018) “Angry customers of Chinese bike-sharing pioneer Ofo queue up at Beijing office for deposit refund”. South China Morning Post (China). Recuperado de:  https://www.scmp.com/tech/start-ups/article/2178375/angry-customers-chinese-bike-sharing-pioneer-ofo-queue-beijing-office

Hu, W. (2018) ”National action needed as Ofo, once a sharing-economy star, battles for survival”. Global Times (China). Recuperado de: http://www.globaltimes.cn/content/1133285.shtml

Compilación sin autor (2018) “Government can only promote innovation, not drive it”. Global Times (China) Recuperado de: http://www.globaltimes.cn/content/1133284.shtml

 

Autor: Lucas Gualda.

Maestrando en Estudios Internacionales (Universidad Torcuato Di Tella). Lic. en Marketing (Universidad Maimónides). Consultor. Investigador del Observatorio Sino-Argentino. Escribe sobre China en su perfil de Instagram @chineandolatam