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El trasfondo de la disputa entre Estados Unidos y China

La retórica de los Estados Unidos contra la amenaza que constituiría el imparable ascenso económico de China ha ido escalando vertiginosamente en las últimas semanas. Lo más visible de esta disputa es el conflicto centrado en el abultado déficit comercial de los Estados Unidos frente a China. No obstante, el trasfondo es muchísimo más complejo, relacionado a factores ideológicos, a la carrera por el futuro del desarrollo tecnológico y al afianzamiento del liderazgo chino en el Asia-Pacífico.

En relación a lo ideológico, a partir de su desembarco en la Casa Blanca, el presidente Donald Trump se rodeó de viejos halcones anti-China, entre los que se destacan el histórico asesor presidencial, Michael Pillsbury, autor del bestseller “La maratón de los cien años” (2015). Sintetizando: Pillsbury sostiene que los chinos tienen un elaborado plan para dominar el mundo hacia 2050, desplazando al liderazgo y valores estadounidenses. El nacionalista-aislacionista Trump se embelesó con la tesis de Pillsbury y recomendó su lectura a todos los oficiales de las fuerzas armadas.

Pillsbury no es el único halcón que emergió de las sombras con la llegada de Trump al poder. Otros académicos como Graham Allison (autor del célebre libro “La esencia de la decisión”, 1971) también consideran que China busca la hegemonía global, lo que conducirá a una guerra inevitable con los Estados Unidos. Con un simplismo en el análisis que asusta, en su reciente libro “Destinados a la guerra” (2017), Allison se jacta de fundar su tesis en un estudio histórico pretendidamente riguroso. Tanto la selección de los casos de estudio como su interpretación es, cuanto menos, discutible. Además, hay escasas referencias a los casi 5.000 años de historia china.

La tesis de la “amenaza china”, cuyos orígenes se remontan a los años 90, se ha plasmado con claridad en la Doctrina de Seguridad Nacional de Trump, difundida el año pasado. China ha sido definida, junto a Rusia, como “potencias rivales que tratan de desafiar la influencia y los valores norteamericanos”. Se trata de un cambio rotundo respecto a la visión de administraciones previas, tanto demócratas como republicanas. En líneas generales, la estrategia fue la competencia con interacción.

El vicepresidente Mike Pence se ha convertido en el principal vocero de la nueva posición. El mes pasado, dio un discurso particularmente combativo en el Instituto Hudson, directamente acusando a China de interferir en las elecciones estadounidenses. Sus dichos fueron duramente replicados por China. En la cumbre de la ASEAN, celebrada días atrás en Singapur, Pence dijo que “no hay lugar para imperio y agresión en el Indo-Pacífico”, en una clara alusión a la creciente presencia china en esa región. Y agregó: “Si China no cambia, habrá Guerra Fría”.

Respecto a la cuestión tecnológica, China ya está superando a los Estados Unidos en varias áreas estratégicas, como ser la inteligencia artificial. Los otros principales campos en disputa son el aeroespacial, la robotización y las telecomunicaciones. En ese sentido, Trump ha dicho que no permitirá la concreción del “insultante” plan “Made in China 2025”, eje central de la política económica china para los próximos años. Según Trump, las empresas chinas se han vuelto más competitivas y amenazan con dominar la economía global, básicamente, por sus prácticas desleales. Por supuesto, Trump omite mencionar la alianza natural de estas empresas con Wall Street.

El gran problema de los Estados Unidos es que, al tiempo que escala su criticismo frente a China, continúa su repliegue aislacionista y no ofrece a sus históricos aliados una alternativa de cooperación económica equiparable al mega-proyecto de Nueva Ruta de la Seda de China. Volviendo a Pence, el “Indo-Pacífico libre y abierto” es por ahora tan sólo una linda idea, frente a una iniciativa concreta de China, que avanza a paso firme, con descomunales proyectos de infraestructura a escala global. Dicho sea de paso, que tienen a Latinoamérica con uno de sus grandes destinos.

Finalmente: ¿Es posible que el conflicto comercial y la carrera tecnológica deriven en un choque militar? A priori no está en el interés de ninguna de las partes ese choque militar que, en cualquier escenario, sería catastrófico por tratarse de las dos mayores potencias globales (y poseedoras de armas nucleares). No obstante, hay algunos preocupantes datos de la realidad: Trump volvió a impulsar un presupuesto militar récord, que por amplísimo margen sigue siendo el mayor del mundo. En paralelo, Estados Unidos ha incrementando sus operaciones de “libre navegación” en aguas del Mar del Sur de China, que la potencia asiática considera soberanas y en las cuales continúa incrementando la presencia naval y desarrollando instalaciones artificiales.

Dos interrogantes abiertos para concluir este análisis:

¿Quiere China buscar la hegemonía global? Dejando de lado la ideología, habría que destacar que China ha negado sistemáticamente tener esa intención. Por otra parte, sería la primera vez que lo intenta a lo largo de su milenaria historia. En mi opinión, China apunta a asegurar la hegemonía regional y ejercer una creciente influencia económica a nivel global, junto con un mayor protagonismo político en los organismos internacionales. En esa línea, hay una clara apuesta de China por una mayor globalización económica y apego al multilateralismo. Paradojalmente, China quiere sostener y ampliar el orden internacional que los Estados Unidos alguna vez contribuyeron a crear, pero que ahora desprecian, para perplejidad de sus aliados.

¿Habrá algún tipo de acuerdo entre China y los Estados Unidos? Se ha generado una enorme expectativa por lo que pueda suceder en la histórica cumbre bilateral que tendrán Donald Trump y Xi Jinping en el marco del G20 que se celebrará en Buenos Aires. Todo indica que habrá algún principio de acuerdo respecto a las cuestiones comerciales, sin dudas, lo relativamente más sencillo en este conflicto. No obstante, seguramente estaremos lejos de ver avances en los demás factores que constituyen el trasfondo estratégico de esta disputa; a priori, irreconciliables. Por ello, el G20 argentino parece destinado a ser apenas un brevísimo capítulo de esta saga.

 

Patricio Giusto

Doctorando en Estudios Internacionales (UTDT). Master of China Studies (Zhejiang University) y Magíster en Políticas Públicas (FLACSO). Profesor visitante en China Foreign Affairs University y en Zhejiang University. Docente del Programa de China Contemporánea (UCA). Miembro del Comité de Asuntos Asiáticos del CARI. Director del Observatorio Sino-Argentino.