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Guerra comercial y un llamativo antecedente

Por Lucas Leonardo Gualda, Investigador del Observatorio Sino Argentino

Estados Unidos y China ya van por su décimo mes de guerra comercial, y la hipótesis de que se trata más de una situación sistémica que un conflicto puntual gana en apoyos, sobre todo por la comparación (y las consecuencias) de lo ocurrido con Japón hace más de 30 años.

Este tire y afloje que vienen protagonizando ambos países se creyó tendría una duración más breve. Repasando lo acontecido, comenzó primero con la aplicación de la primer ronda de tarifas de parte de la administración Trump, luego con la respuesta que llegó desde Beijing, la tregua “firmada” en Buenos Aires, y toda la seguidilla de negociaciones encaradas por Robert Lighthizer (representante de comercio de los Estados Unidos), Steven Mnuchin (Secretario del Tesoro de los Estados Unidos), y Liu He (Vicepremier de China) tras la realización de la Cumbre de Líderes del G20.

La interdependencia entre ambos países, tanto por un Estados Unidos cuyas empresa se apoyan en China para la fabricación de sus productos (Apple, por ejemplo), como China que es la mayor tenedora de bonos del Tesoro americanos (el mejor recurso de Beijing para inspirar confianza en su sistema financiero) se creía frenaría la aversión entre ambos Estados. Sin embargo, el escenario de una nueva “trampa de Tucídides” pareciera ser cada vez más el que mejor describe lo que ocurre. Varios analistas chinos han encontrado un antecedente que apoya esta tesis (que Xi Jinping negaba el año pasado, al sostener que China no caería en esa trampa, la cual estaba siendo puesta por otros), y dicho caso el del “Plaza Accord”, un punto de inflexión en el rumbo de la economía japonesa hace 30 años.

Dicho acuerdo, celebrado en 1985 por las cinco economías más potentes de ese momento, Estados Unidos, Reino Unido, Francia, Alemania Occidental, y Japón, tuvo como resultado la depreciación del dólar respecto del Marco y del Yen. Como contraparte, la apreciación de la divisa japonesa significó a largo plazo el fin de un crecimiento meteórico de la economía de dicho país.

Mirando en retrospectiva, el analista japonés Yoichi Funabashi sorprende por los comentarios cuyo libro “Managing the Dollar: From the Plaza to the Louvre”, en el cual analiza ese momento histórico, ha recibido de lectores chinos en su versión en dicho idioma. Las reacciones han apuntado en su mayoría a un intento de Estados Unidos por frenar el crecimiento de Japón. Una situación muy similar a la acontecida ahora entre los americanos y China.

Japón había sido uno de los mayores beneficiados del nuevo orden post Bretton Woods. Y su crecimiento estaba atado también a una gran velocidad de innovación tecnológica. En los tiempos del Plaza Accord, en Washington se señalaban las diferencias en términos de comercio con Tokio, en segmentos muy parecidos a los que hoy se debaten con Beijing.

Más allá de las coincidencias, para cerrar, es necesario destacar nuevamente la interdependencia entre ambos países, especialmente en el hecho de que muchas de las manufacturas chinas tienen como destino los Estados Unidos, y son impulsadas por capitales extranjeros, especialmente americanos. Desde Beijing sentencian que difícilmente los efectos de esta guerra, y de una posible tregua final, se parezcan con lo sucedido en Japón, aunque el ejemplo sirve y de mucho para comprender que el conflicto tiene que ver con mucho más que comercio, sino con también el reconocimiento de China como un poder en ascenso.