Que la guerra no nos aleje del espacio euroasiático
Este artículo fue originalmente publicado en Perfil, disponible en el siguiente enlace.
Por Patricio Giusto*
No sabemos cuándo ni cómo terminará la guerra en Ucrania, mucho menos podemos proyectar aún las consecuencias humanitarias y el impacto geopolítico que finalmente tendrá. Lo que ya es claro: estamos frente a una tragedia de enormes proporciones que cambiará muchas cosas para siempre en la política internacional.
Entre las novedades que podemos esperar, es muy probable que tras la guerra se produzca una demonización de Rusia y de sus principales socios, en un mundo en el que todo indica se incrementará notablemente el clima de guerra fría que ya venía azuzando los EE.UU. frente a China. Independientemente de qué pase con Vladimir Putin, la recomposición de los vínculos entre Rusia y Occidente será, cuanto menos, muy difícil. En ese contexto, también es una incógnita en qué lugar quedará finalmente China, hoy ubicada en una posición tan preponderante como incómoda.
Todos estos reacomodamientos tendrán a la Argentina y a la región como actores secundarios, aunque expectantes. La guerra volvió a exhibir nuestras vulnerabilidades, por ejemplo, en materia de dependencia energética y de algunos insumos críticos, como los fertilizantes. Pero también es cierto que la región ha sido revalorizada por su inigualable potencial en cuanto a materias primas y alimentos.
En ese sentido, más allá de las funestas consecuencias de la guerra y sus posibles derivaciones geopolíticas, no debemos perder de vista la complementariedad natural y el gran potencial desaprovechado de cooperación que tenemos con el espacio euroasiático. Allí se ubica el grueso de la población mundial, junto con los mercados más pujantes y demandantes de nuestros productos, sin perjuicio de los numerosos deberes que no estamos haciendo de nuestra parte para sacar provecho de ello.
Por supuesto, lo ideal sería que exista una mirada integral y consensuada desde el Mercosur acerca de esto. Tímidamente, desde el bloque algo se había avanzado. Por caso, permanece abierto un necesario debate sobre la posibilidad de explorar tratados de libre comercio con China, la India y con otros países menores del Eurasia. Todo ello en la sana búsqueda de tratar de flexibilizar y capitalizar las oportunidades comerciales de un bloque que lamentablemente no tiene muchos logros para exhibir en términos de acuerdos extrazona, al cabo de 30 años de historia.
Justamente, un hito importante en esa línea había sido la firma en 2018 de un memorándum entre el Mercosur y la Unión Económica Euroasiática (UEE), la cual está integrada por Rusia, Bielorrusia, Kazajstán, Kirguistán y Armenia. Y otros países como Tayikistán, Uzbekistán y Moldavia son candidatos a incorporarse como miembros plenos. Si sumamos al Mercosur y a la UEE tenemos aproximadamente el 7% del PBI global. Pero quién se va a poner a pensar en esto ahora, ¿no?
Si bien en ínfimas cantidades, la Argentina ya exporta a este bloque productos como frutas finas, carnes, lácteos, frutos secos y pescados. Y todo logrado mayormente por el impulso de nuestros exportadores, ya que Argentina sigue careciendo de una mirada estratégica y de políticas consistentes para con esta área del mundo. De hecho, ni siquiera tenemos representaciones en Asia Central, por donde además pasa uno de los principales corredores de la Nueva Ruta de la Seda de China. Casualmente, iniciativa sumamente interesante a la cual acabamos de incorporarnos formalmente, aunque con muchísima improvisación y pésimo timing para hacerlo.
En definitiva, los mercados donde la Argentina y nuestros socios del Mercosur seguirán teniendo el mayor potencial de expansión seguirán estando en Eurasia, más allá de lo que suceda con la guerra en Ucrania. Esto implicará de ahora en más un desafío muy importante para los líderes de la región, quienes deberán gobernar bajo las presiones crecientes de las potencias occidentales para que nos desacoplemos de los “malos” de este mundo, pero que de todas formas son y seguirán siendo los socios prioritarios para el desarrollo de nuestras economías. Y ese balance no implica resignar principios y valores en materia de política exterior. Por todo ello, ojalá que la guerra y sus consecuencias geopolíticas no nos alejen del espacio euroasiático.
*Director del Observatorio Sino-Argentino. Docente de la Especialización sobre China Contemporánea de la UCA. Candidato doctoral en Estudios Internacionales (UTDT). Master of China Studies y profesor visitante de la Universidad de Zhejiang (China).