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Europa, frente al conflicto entre China y EE.UU.

Este artículo fue originalmente publicado en Clarín, disponible en el siguiente enlace.

Por Patricio Giusto*

Una de las tantas consecuencias de la llegada de Joe Biden a la Casa Blanca es el reacomodamiento geopolítico que se está produciendo en Europa, en el marco de la creciente puja entre China y los EE.UU. Históricos aliados estadounidenses han celebrado el “retorno” de los EE.UU. a la escena global, tras la etapa aislacionista y proteccionista que padecieron bajo Donald Trump. En el centro de la discusión ha quedado la espinosa cuestión de la dependencia económica de Europa con China.

Biden ha emitido señales muy concretas hacia sus socios naturales europeos en las recientes cumbres del G7 y de la OTAN, apuntando a forjar una “nueva agenda transatlántica” con programas que permitan a Europa contrarrestar el avance chino.

En líneas generales, Washington viene cosechando el apoyo esperado en su cruzada, aunque con un tono cauto y moderado por parte de Europa. El ánimo de tomar distancia de China tiene sustento real, pero sucede que Europa está internamente en una situación muy frágil. Además, la gran complementariedad económica con la potencia asiática es muy sólida con los países líderes de la región.

Esto ha obligado a la alemana Ángela Merkel y al francés Emmanuel Macron a ejercer una dificultosa equidistancia en política exterior, cuidando el vínculo económico con Beijing, pero a la vez escalando el criticismo en materia de seguridad, democracia y derechos humanos.

Muy distinto es el caso del Reino Unido, que ha optado por sobreactuar el alineamiento con los EE.UU. Lo curioso es que, al mismo tiempo, Londres sigue teniendo a Beijing como segundo socio comercial e importante fuente de inversión extranjera directa. La jugada es, cuanto menos, arriesgada.

Lo cierto es que China afronta una seguidilla de malas noticias en el viejo continente. En mayo, el Parlamento de la Unión Europea (UE) votó de manera abrumadora por 599 a favor, 30 en contra y 58 abstenciones una moción para aplazar la ratificación del Acuerdo de Inversiones con China, que había sido firmado en diciembre último.

El mes pasado, en tanto, la Comisión de Asuntos Exteriores de ese cuerpo legislativo aprobó un informe que traza los lineamientos básicos para una nueva estrategia de la UE “para tratar con China”, la cual recoge mucho de la retórica estadounidense.

El informe exhibió la dualidad europea frente a China: Por un lado, destacando la “divergencia sistémica con China”, al tiempo que también se avala la necesidad de cooperación con Beijing para abordar los desafíos globales como el cambio climático, la salud y el apoyo al multilateralismo. Con 58 votos a favor, 8 en contra y 4 abstenciones, el documento tiene grandes posibilidades de ser adoptado oficialmente durante una sesión plenaria del Parlamento de la UE, prevista para septiembre.

En este contexto cada vez más hostil para China, Lituania, una nación a priori insignificante en el tablero de este choque de superpotencias, hizo una fuerte jugada contra Beijing. El país báltico se retiró de la iniciativa 17+1, promovida por China para expandir su cooperación con los países de Europa Central y Oriental.

El inesperado golpe tuvo eco positivo en otros países que también han amagado con ensayar un mayor distanciamiento con China, como ser Bulgaria y las otras dos naciones bálticas, Letonia y Estonia.

Lituania incluso fue más allá en su provocación a China: Anunció que permitirá a Taiwán abrir una representación oficial en Vilna. Cabe destacar que estos países recelan de la creciente cercanía entre Beijing y Moscú y ahora prefieren un mayor vínculo con los EEUU, básicamente por razones de seguridad.

En conclusión, China afronta un escenario sumamente complejo en Europa, escenario central de la puja estratégica con los EE.UU. Beijing se ve frente a la necesidad de replantear su estrategia diplomática y reconstruir la confianza con actores clave de una región tan difícil como fundamental para su proyección global. Por otro lado, el dilema para Washington es que por ahora luce incapaz de reemplazar, siquiera en parte, lo que China representa económicamente para Europa.

*Patricio Giusto es Director del Observatorio Sino-Argentino. Docente del Posgrado sobre China Contemporánea de la UCA. Master of China Studies y profesor visitante de la Universidad de Zhejiang (China).

Ilustración: Daniel Roldán