Inversiones porcinas: entre las necesidades chinas y las condiciones de Argentina
Por Lorenzo Agüero, Investigador a cargo de los reportes del Observatorio Sino-Argentino*
Dentro de lo diversa que es la relación entre Argentina y China, el centro de atención en los últimos meses estuvo marcado por las posibles inversiones del gigante asiático para alentar las exportaciones nacionales de cerdo. De hecho, es posible que el Memorándum de Entendimiento se firme antes o durante la Exposición Internacional de Importaciones de China (CIIE, por sus siglas en inglés), que se realizará en Shanghái del 5 al 10 de noviembre, en forma presencial y con Argentina como invitada de honor.
El gobierno chino ve en nuestro país un socio con potencial para consolidar parte de su suministro de carne porcina. Debido al crecimiento económico iniciado en 1978 con el proceso de Reforma y Apertura, una enorme cantidad de chinos fue saliendo de la pobreza (740 millones, según estimaciones oficiales), formándose sustanciales clases medias ávidas por consumir variados alimentos con mayores proteínas, entre los cuales la carne de cerdo era de lo más demandado.
Consecuentemente, China se fue desarrollando con el tiempo en el mayor productor y consumidor mundial de este producto, concentrando en 2019, según cálculos de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (comúnmente conocida como FAO), el 45% de la producción global y, conforme los últimos datos accesibles del Departamento de Agricultura de Estados Unidos (USDA), consumiendo anualmente algo cercano a los 40 kg per cápita (cuarto en el ranking de países, pero acaparando más de la mitad si se lo piensa en términos absolutos).
Aunque por el constante aumento del consumo ya se vislumbraba que la autosuficiencia en el abastecimiento de alimentos iba a ser imposible, los problemas se intensificaron cuando en agosto del 2018 se detectó el primer caso de gripe porcina, una enfermedad infecciosa mortal para los cerdos. Un año después, el Ministerio de Agricultura y Asuntos Rurales de China compartió que el censo nacional de porcino se había reducido en un 32%. Como se mencionó anteriormente, ningún otro país produce tanto cerdo como China, pero con una tendencia a la baja que para este año será de más de un tercio, según proyecta el USDA. En la misma sintonía, el nuevo reporte hecho en Beijing de “Perspectivas Agrícolas Chinas” para el período 2020-2029 reconoce que este año se llegará a un pico de importaciones porcinas de 2,8 millones de toneladas y, si bien progresivamente irá disminuyendo, en 2025 será de 1,46 millones toneladas y cuando termine la década estará rondando el millón de toneladas.
Ante la necesidad que tiene China de buscar vendedores que le aseguren un suministro estable, es natural que surjan oportunidades para Argentina, que en abril del año pasado obtuvo el permiso para ingresar al mercado chino con cortes porcinos. A pesar de contar con varias trabas a la inversión, como altas retenciones y múltiples tipos de cambio, son dos las principales ventajas que ofrece nuestro país a los ojos de Beijing: las sobresalientes condiciones sanitarias y la amplia disponibilidad de granos, que reduce significativamente los costos de alimentar a los cerdos.
Así las cosas, el proyecto elaborado por la Cancillería argentina, que aún no ha sido aprobado por el gobierno chino, prevé un incremento en el stock de madres de 300.000 cabezas (en la actualidad el plantel es de 350 mil) en un plazo de 4 años (60.000 el primer año y 80.000 los siguientes), por medio del establecimiento de 25 unidades integradas de 12 mil madres cada una. Pese a recibir cuestionamientos de algunos sectores ambientalistas, estas unidades cerradas de última tecnología serían construidas en base al modelo de economía circular, estando integradas en su totalidad por plantas de elaboración de alimento balanceado, biodigestores (generación de energía y bio fertilizantes), criadero de ciclo completo, frigorífico exportador (vital para almacenar la producción en caso de que ocurriera algún inconveniente para exportar, a modo de no inundar el mercado interno), proceso sin laguna de efluentes y una oficina de SENASA y ADUANA.
Todo eso supondría una inversión de U$S 3.796 millones, que a lo largo de 4 años daría lugar a producir 882 mil toneladas (poco más del doble de lo que se produce hoy en día), con un valor de U$S 2.500 millones en exportaciones. Al unísono, como la actividad porcina es más intensa en la contratación de personal que otros rubros agropecuarios, se crearían directamente 9500 puestos de trabajo, utilizando exclusivamente mano de obra argentina. Por otro lado, habría un incremento en la producción de maíz en unos 3,6 millones de toneladas nuevas, algo imperceptible si se toma en cuenta que en la campaña 2018/19 se cosecharon 51,5 millones de toneladas (datos de la Bolsa de Comercio de Rosario), por lo que no debería haber temores de que se generen desmontes. Lo que sí cambia es el valor agregado: el maíz se exporta a cerca de U$S 130 por tonelada, pero la carne de cerdo, que antes requiere del maíz, se vende al exterior a U$S 2.600 la tonelada.
El gobierno argentino presentó a su contraparte china tres condicionamientos que no parecen ser un obstáculo para que se efectivicen las inversiones. En primer lugar, el respeto a todo lo relacionado a las leyes de protección ambiental. Segundo, los consorcios deben ser binacionales, es decir, los capitales chinos precisarán asociarse con empresas locales. Por último, las autoridades de Argentina se reservan la facultad de participar en la localización de las unidades productivas.
Con respecto a esto último, la idea original de algunos funcionarios del gobierno nacional sería ubicarlas en zonas donde se hace más difícil generar empleo formal, como el norte argentino. Sin embargo, algunas provincias de la región centro, que reúnen alrededor del 70% del stock porcino, ya se han mostrado más que interesadas en este proyecto. Esto se vio especialmente por parte de Santa Fe, cuyo secretario de Agroalimentos, Jorge Torelli, manifestó que su provincia “tiene el cereal, el personal capacitado, la industria frigorífica, vías férreas con posibilidad de transportar a bajos costos y puertos de salida”.
Una última cuestión que es pertinente destacar es que cuando se habla de exportar alimentos a China, por el momento no hay líneas rojas de Estados Unidos. En otros términos, todo este debate de las inversiones porcinas gira en torno a cómo generar un desarrollo sustentable que aporte divisas para el país, no hay en este terreno un trasfondo eminentemente geopolítico que pueda ser negativamente interpretado por otros actores internacionales. No obstante, la polémica continúa a nivel nacional, pero se puede confiar en que una mayor cantidad de voces conlleve a un mejor resultado final.
*Este artículo fue originalmente publicado en El País Digital y esta basado en nuestro reporte de agosto.