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Las relaciones entre China y EE.UU. tras la cumbre climática de Joe Biden

Este artículo fue originalmente publicado en El Economista, disponible en el siguiente enlace.

Por Patricio Giusto*

En medio de un notable aumento de las tensiones económicas y geopolíticas entre China y EE.UU., hubo un principio de acercamiento entre ambos países en materia ambiental. El Enviado Especial para el Cambio Climático de EE.UU., John Kerry, viajó a Shanghai para reunirse con su par chino, Xie Zhenhua. Fue en la antesala de la “Cumbre de Líderes sobre el Clima”, una conferencia virtual organizada por EE.UU., que contó con la participación de 40 jefes de Estado.

La visita de Kerry a China llamó la atención, tras la extrema rispidez y frialdad que se vivió en la primera reunión formal de la administración de Joe Biden con China, el mes pasado en Alaska.

Con el viaje de Kerry a Shanghai se buscó replicar el espíritu cooperativo de 2014, cuando Barack Obama y Xi Jinping firmaron por adelantado el Acuerdo Climático de París de 2015, un gesto muy valorado por la comunidad internacional en aquel entonces. Pero luego llegó Donald Trump y sacó a EE.UU. del acuerdo.

Previo al viaje de Kerry a China, hubo arduas negociaciones entre las partes. EE.UU. aceptó dejar de hablar de cambio climático como una cuestión de seguridad que debe ser abordada en el Consejo de Seguridad de la ONU (lo que era rechazado por Beijing) y también bajó el tono al escepticismo estadounidense sobre las metas ambientales de China. Como contrapartida, Xi Jinping aceptó la invitación de Biden para participar de su cumbre climática celebrada de manera virtual el 22 y 23 de abril.

El resultado de la cumbre entre Kerry y Xie fue un comunicado conjunto muy escueto y poco sustancioso. Lo más importante para ambas partes fue la foto y la posibilidad de abrir una “agenda positiva” en relación a este tema, en el marco de un conflicto que no deja de escalar en otros planos. No hay que perder de vista que lo ambiental es una cuestión secundaria en la puja estratégica, tanto para China como para EE.UU.

Xie dijo que el progreso de China hacia la neutralidad de carbono fue más rápido que los planes de EE.UU. y Europa, “a pesar de las inmensas dificultades” para reestructurar su economía. Y destacó que Beijing y Washington “pronto crearán un grupo de trabajo conjunto sobre el cambio climático”. Esto posiblemente suceda antes de la cumbre global de cambio climático, a realizarse en noviembre en Glasgow.

Durante la visita de Kerry hubo una llamada de alto nivel entre Xi y dos jefes de Estado europeos, nada menos que la canciller alemana Angela Merkel y el presidente francés Emmanuel Macron. Fue un movimiento táctico de Beijing para hacer públicas anticipadamente las conversaciones en curso con los EEUU en materia climática.

Lo que deja la cumbre climática

En la cumbre en la cual fue anfitrión, Biden prometió que EE.UU. reducirá a la mitad las emisiones de gases de efecto invernadero, a partir de los niveles de 2005, poniendo como meta 2030. La cumbre fue un claro intento de EE.UU. para recuperar su posición de liderazgo global en materia de cambio climático, siendo el mayor emisor global de CO2 per cápita. Este “retorno” de EE.UU. fue celebrado por los principales participantes de la cumbre. No obstante, la promesa climática de Biden resulta mucho menos ambiciosa que los objetivos, por caso, de la Unión Europea.

Desde la óptica de Beijing, lo ambiental se ha convertido en una cuestión prioritaria a nivel doméstico, desde que Xi asumió el poder. Recuperar los “cielos azules” se ha vuelto una obsesión. El año pasado, China anunció el objetivo de alcanzar las emisiones máximas de CO2 para 2030 y cero emisiones netas para 2060, objetivos que Xi repitió en la cumbre climática de Biden. Asimismo, China se comprometió a reducir las emisiones de carbono por unidad de producción económica en 18% en su próximo plan quinquenal, igualando el objetivo de los cinco años anteriores.

Si bien la decisión china de establecer metas ambientales ambiciosas está fuertemente motivada por factores domésticos, la política internacional también juega un papel relevante, especialmente en un momento que Beijing busca elevar su perfil como gran proveedor de bienes públicos globales y escala su conflicto con EE.UU.

China no quiere quedarse atrás en materia ambiental y busca evitar a toda costa posibles sanciones a futuro por incumplimientos. China ha dado enormes pasos en materia de combate a la polución ambiental y desarrollo de energías renovables, habiéndose consolidado como actor global indiscutido en la materia. De hecho, el desarrollo de esas tecnologías ya es parte de la puja estratégica con Washington.

Como parte de la apuesta por controlar las tecnologías y negocios con bajas emisiones de carbono, es esperable que China siga aumentando el financiamiento, las exportaciones de tecnología y la cooperación con terceros países, buscando difundir sus estándares para infraestructura de redes inteligentes, carga de vehículos eléctricos, ingeniería y más hacia otros mercados. Tal es el caso de Argentina, con el mayor parque solar de Latinoamérica en Jujuy, con tecnología china, y el proyecto de ley de electromovilidad, el cual vendrá acompañado de importantes inversiones de capitales chinos. Esta cuestión ya encendió alarmas en Washington.

En conclusión, lo ambiental es uno de los tantos campos donde China y EE.UU. tienen mucho más para ganar cooperando que confrontando. Y tanto para beneficio mutuo como para el resto del mundo. No obstante, no deja de ser un tema secundario en el orden de intereses estratégicos de ambas potencias. Además, todo indica que lo ambiental podría convertirse en otro campo de competencia, principalmente en materia de desarrollo de tecnologías limpias y la puja por los futuros mercados.

(*) Director del Observatorio Sino-Argentino; docente del Posgrado sobre China Contemporánea de la UCA y profesor visitante de la Universidad de Zhejiang (China)