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Las relaciones entre China y la India no son lo que parecen

Por Patricio Giusto.

Al menos en la superficie, pareciera que las relaciones entre China y la India han ingresado recientemente en un período de normalización y hasta de florecimiento en algunos planos. Por caso, acaba de producirse un histórico acuerdo para repliegue de tropas en la disputada Línea de Control Actual, el avance diplomático más importante desde los serios enfrentamientos fronterizos de 2020. Al mismo tiempo, se observa cierta sintonía diplomática entre China e India en la escena global, ambas votando de manera similar en organismos internacionales respecto a la guerra en Ucrania. Asimismo, el comercio bilateral está en niveles récord de los últimos años.

Sin embargo, todo este acercamiento aparente y las señales positivas ocultan lo que realmente estaría sucediendo en la relación, con perspectivas desfavorables a futuro.

En primer lugar, cabe destacar que tras los enfrentamientos fronterizos de 2020 en el valle de Galwan, primeros con víctimas fatales en décadas, el enfoque de India hacia China pareciera haber virado hacia una posición de mínima que busca asegurar la mera coexistencia, tratando evitar nuevos enfrentamientos militares y posibles avances territoriales de China en las zonas disputadas.

Para India, la estabilidad fronteriza es una condición esencial para lograr una relación normal con China, algo que hoy no está en absoluto garantizado, pese al reciente compromiso bilateral de repliegue de tropas. Como prueba reciente de esa característica postura equidistante de India, donde sigue primando la desconfianza mutua, el premier Narendra Modi no se reunió con su par Xi Jinping durante la cumbre de la Organización de Cooperación Shanghái (OCS) celebrada el mes pasado en Uzbekistán, como se había especulado en la previa.

Es interesante que la percepción de China como un actor amenazante y poco confiable está fuertemente arraigada en las élites políticas, militares y académicas de la India. Sin embargo, las relaciones económicas han ido por otros carriles. El gobierno de Modi ha pasado de buscar inicialmente mayores lazos económicos con China a imponer restricciones y controles adicionales en una variedad de actividades chinas en India, frente a las fuertes críticas internas.

India busca ahora reducir sus niveles de dependencia en sectores críticos, pero afronta permanentemente el dilema de tener una fuerte complementariedad económica y una alta competitividad con China por la cercanía geográfica, lo que se termina imponiendo en los hechos. Opositores de Modi han apuntado a que el comercio bilateral récord con China sería más bien una medida del fracaso de su política exterior, que un beneficio tangible para la India. Justamente, esa resistencia anti-China ha dejado en stand-by la incorporación de India al Regional Comprehensive Economic Partnership (RCEP), el mayor acuerdo de libre comercio del mundo, impulsado por China. Por supuesto, hecho celebrado por EEUU.

India considera especialmente preocupante el creciente apoyo económico y militar que China sigue dando a Pakistán, convertido en el más fiel vasallo de Beijing. De hecho, el Corredor Económico China-Pakistán es esencial en la estrategia económica y de seguridad regional de China. En los últimos años, Pakistán se ha sumergido en una interminable crisis política interna y ha acumulado una deuda exorbitante con China. De esa forma, ha profundizado aún más su histórica posición de dependencia frente a Beijing, lo que siempre ha sido la mayor preocupación de Nueva Delhi.

Como resultado de todo lo antedicho, India ha buscado últimamente más alineamiento con países que pueden ayudar fortalecer su posición en relación con China en los ámbitos de la defensa, seguridad y acceso a tecnologías críticas. Dichos socios incluyen, ante todo, a EEUU y sus otros dos aliados dentro del QUAD, Japón y Australia). Pero también a Francia, Corea del Sur, el Reino Unido e Indonesia.

En ese sentido, puede decirse que India ha sido uno de los grandes beneficiarios geopolíticos del nuevo enfoque del “Indo-Pacífico”, impulsado inicialmente por Japón y luego adoptado por EEUU durante la presidencia de Donald Trump. Este enfoque ha resignificado la importancia estratégica de India en la región, presentando nuevas oportunidades para cooperar más con Occidente y, al mismo tiempo, obstaculizar los planes expansionistas de China en la región.

India ha buscado durante mucho tiempo mantener autonomía estratégica en política exterior, negándose a participar en grandes alianzas. Sin embargo, ahora se está alineando con potencias occidentales para abordar la creciente amenaza que representa China. No obstante, siempre manteniendo una posición autónoma. Por un lado, India celebra el relanzamiento del QUAD y la mayor presencia de EEUU en el Indo-Pacífico. Por otra parte, se ha abstenido en los organismos internacionales sobre Ucrania, al tiempo que ha aprovechado para expandir su cooperación energética y militar con Rusia. Y ello pese a las fuertes presiones de EEUU y sus aliados.

Asimismo, mientras muestra sintonía con China en diversos temas en el marco de los BRICS, la OCS y otros organismos multilaterales no dominados por los EEUU, India ha incrementado sus acciones unilaterales para molestar a Beijing. Quizás lo más significativo hayan sido las críticas de Nueva Delhi a la «militarización del Estrecho de Taiwán» y la consecuente negación a reiterar su reconocimiento a la política de “Una sola China”, a pesar de las quejas diplomáticas de Beijing. Esto no implica que India pasará a reconocer a Taiwán, pero sí que veremos más manifestaciones de este tipo.

Cabe resaltar que, si bien India ha apoyado el crecimiento de los BRICS y la OSC, Nueva Delhi sigue concibiendo a China como una amenaza mayor a sus intereses regionales y globales que lo que pueda constituir cualquier otra potencia occidental. Esa percepción no es nueva y no ha cambiado. Además, cuanto más liderazgo promueva China en el marco de los BRICS y la OSC, dichas plataformas anti-occidentales limitarán su valor para la India. Lo cual no significa que India saldrá de estas agrupaciones, pero sí que buscará avanzar con su propia diplomacia a nivel bilateral. De hecho, la Argentina aparece en el nuevo cálculo estratégico de la India.

Por otro lado, la fuerte dependencia de India respecto a Rusia en materia económica y militar también será un factor que contendrá a Nueva Delhi dentro de estas agrupaciones contrarias a Washington. Y lo más probable es que las posiciones ambiguas de India respecto a Ucrania se mantengan, mal que le pese a EEUU.

En conclusión, si bien se observan actualmente señales positivas en términos diplomáticos y económicos, por factores tanto históricos como recientes, la tendencia en las relaciones entre China y la India es hacia un mayor distanciamiento. El alineamiento circunstancial que puede observarse entre ambas potencias en algunas cuestiones globales, como la guerra en Ucrania, no deja de ser un dato menos importante que la posibilidad cierta de creciente tensión bilateral en el futuro, debido a cuestiones domésticas y regionales que siguen siendo definitorias para la relación.