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Se agudiza la puja estratégica y aumenta el comercio bilateral entre EE.UU. y China

Este artículo de Jorge Castro, miembro de nuestro Consejo Consultivo, fue originalmente publicado Clarín, disponible en el siguiente enlace.

China lanzó su primer título soberano en dólares por U$S6.000 millones dirigido al público norteamericano y recibió una demanda 8 veces superior (U$S 48.000 millones) en 24 horas.

La razón de este éxito es estrictamente económica: los títulos a 10 años de la República Popular ofrecen rendimientos de 2,25% anual, en tanto los bonos norteamericanos cotizan a 0,68% por año, y la deuda europea presenta rendimientos del 0%, o sea negativos en términos reales.

Los títulos de la deuda de los países emergentes superan US$30 billones en 2020 y la mitad corresponde a China, cuyo porcentaje se orienta a convertirse en las tres quintas partes en 2021.

El mercado bursátil de la República Popular es el segundo del mundo después del estadounidense (US$39 billones vs. US$13 billones); solo 2,9% de sus activos están en manos de fondos extranjeros, a pesar de que se encuentra absolutamente abierto en los últimos 2 años.

En julio ingresaron US$21.900 millones de fondos foráneos, el doble que el año pasado; y esto sucede cuando la República Popular ha recuperado plenamente el crecimiento, con una expansión de 5,9% en el tercer trimestre arrastrado por un auge excepcional de las exportaciones de 10,1%, la mayor alza en 12 meses, dirigida sobre todo a EE.UU.; y la reaparición en segundo lugar del boom de consumo (US$6,9 billones) que la caracterizara hasta el cuarto trimestre del año pasado.

El nivel de consumo chino puede cuantificarse con el siguiente dato estratégico: en la “Semana Dorada” de vacaciones de octubre se realizaron 637 millones de viajes por el interior, con ingresos por US$79,500 millones.

Esto está lejos todavía del récord histórico de octubre pasado, cuando 782 millones de viajeros recorrieron la República Popular generando un gasto de US$810.700 millones. Este año no hay viajes del exterior por efecto del coronavirus.

El indicador estrella del mercado bursátil chino – CSI300 – trepó 17% en los primeros 8 meses del año (en ese periodo el S&P 500 aumentó 9% en Wall Street).

En tanto las exportaciones de bienes aumentaron 10,1% en el tercer trimestre, las importaciones treparon 13,2% (US$203.000 millones), integradas fundamentalmente por productos agroalimentarios de EE.UU., Brasil y la Argentina; además el mineral de hierro proveniente de las minas brasileñas (Vale) y australianas fue uno de sus principales componentes.

Las importaciones de EE.UU. se incrementaron 3,2% en agosto, en tanto que las exportaciones crecieron 2,2%: la brecha comercial entre las 2 superpotencias se amplió a US$67.000 millones ese mes, el mayor nivel en 14 años y 5,7% superior a igual periodo de 2019.

El comercio bilateral entre las 2 superpotencias alcanzó a US$419.000 millones en los primeros 9 meses del año (2% respecto a 2019); y el componente esencial de las exportaciones chinas al mercado norteamericano fueron productos electrónicos de alta tecnología (laptops) requeridos para la educación y el trabajo a distancia (teletrabajo), que crecieron 14,4% anual.

Hay que incluir entre los bienes exportados los equipos médicos, incluyendo respiradores, y los medicamentos más sofisticados, necesarios para enfrentar la pandemia del coronavirus, que se elevaron 32,4% en el año.

A esto hay que sumarle la fenomenal expansión de las importaciones de granos – soja y maíz en primer lugar – que alcanzaron un récord de 34,2% anual, que representa un alza de 44,4% en 12 meses.

A estas compras en EE.UU. hay que sumarles el récord de adquisiciones de semiconductores destinados a la industria high tech de la República Popular, encabezada por Huawei, la primera compañía industrial high tech del sistema mundial.

El déficit comercial de EE.UU. se ha ampliado y lo mismo ha ocurrido con el superávit comercial de la República Popular; la causa fundamental del avance combinado de estos dos fenómenos es que el comercio bilateral entre las dos superpotencias ha alcanzado su mayor nivel histórico en 2020; y esto ha sucedido cuando la competencia estratégica entre EE.UU. y China se ha exacerbado.

Es una paradoja que revela el dato geopolítico central de la época: cuando la competencia estratégica entre las dos superpotencias se intensifica, como sucede en el momento actual, la integración entre los dos países se exacerba.

Dicho de otra manera: la relación entre las dos superpotencias del siglo XXI, cabezas de la cuarta revolución industrial, es de competencia y cooperación al mismo tiempo, ambas inescindiblemente unidas.

El núcleo de la disputa por el poder en el mundo entre EE.UU. y China reside en el dominio de las tecnologías de avanzada de la nueva revolución industrial (Inteligencia artificial, Internet de las Cosas y robotización); y en ellas no hay primacía posible de una respecto a la otra, sino en el marco de la más estrecha y creciente cooperación. No hay “Guerra Fría” de ningún tipo entre EE.UU. y China. Es una metáfora puramente literaria que olvida que el comercio bilateral entre las dos superpotencias es cada vez mayor.

“La competencia es una forma sublimada de cooperación”, señaló Maurice Couve de Murville, ministro de Relaciones Exteriores del general Charles de Gaulle, presidente de la V República, ante la Asamblea Nacional de Francia.